Retablo
mayor de la Capilla de Santa Ana (Catedral
de Burgos). Diego de Siloé.
El retablo mayor está adosado al muro oriental.
Se trata de una obra tardogótica ejecutada entre 1486 y 1492 por Gil de Siloé
con la colaboración del pintor Diego
de la Cruz, quien se encargó
de la policromía, y dedicada a la genealogía de la Virgen a partir del
personaje bíblico Jesé. El pintor Lanzuela intervino en el retablo entre
1868-1870 por iniciativa del duque de Abrantes.
La mazonería se organiza a manera de
tapiz desplegado en un banco o predela y un cuerpo principal de tres registros
verticales bien definidos, donde se disponen doseles y pináculos delicadamente
calados que cobijan las figuras, todo ello sobre un fondo en azul celeste y
estrellado. En el centro del banco, bajo un doselete corrido,
aparece la escena de la Resurrección de Cristo con las Marías y San Juan,
flanqueada en los espacios intermedios por San Pedro y San Pablo; en los
extremos, los Cuatro Evangelistas, dos a cada lado. Varias escenas se
superponen en las calles laterales: el obispo Acuña, ricamente ataviado con
unas galas eclesiásticas en las que Siloé dio rienda suelta a su virtuosismo
detallista, junto con sus familiares y canónigos; la aparición de Cristo a San
Eustaquio; el Nacimiento de la Virgen; la Presentación de la Virgen; los
Desposorios de la Virgen y San José; y San Joaquín con el ángel.
En la calle central se desarrolla lo más
importante del programa iconográfico: en la parte inferior está Jessé, dormido,
de cuyo pecho sale el árbol que representa la genealogía de la Virgen: los
brotes laterales fructifican en las figuras de los reyes de Judá, que envuelven
la escena central del abrazo de San Joaquín y Santa Ana ante la Puerta Dorada,
de la cual emergen unas ramas que culminan en la parte superior en la imagen
sedente de María con el Niño. Se trata de una exaltación de la Inmaculada
Concepción de la Virgen, al tiempo que se glorifica su estirpe real. Escoltan a
la Virgen y el Niño dos figuras femeninas de regio aspecto que alegorizan el
Antiguo y el Nuevo Testamento, aunque también han sido interpretadas como la
Sinagoga y la Iglesia, al llevar una los ojos cubiertos por un velo y portar
sus manos las Tablas de la Ley y un cetro roto, e ir la otra con los ojos
desvelados y coronada con un cetro íntegro. Un Calvario exento remata el
retablo en el ático, con el sol y la luna fijados en el cielo abovedado.
Diversas imágenes de santos se disponen en las pilastrillas de las entrecalles,
la pulsera perimetral y el ático.
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