CONQUISTA DE MÁLAGA POR
LOS
REYES CATÓLICOS.
La conquista de Málaga por
los Reyes Católicos hay que entenderla como un hecho decisivo dentro de la
Guerra de Granada (1482-1492), con la que se puso fin al último estado musulmán
en el Reino de Granada.
Isabel de Castilla y Fernando de Aragón supieron
aprovechar las circunstancias en que se encontraba el mencionado reino, inmerso
en una guerra civil desde 1482 en la que se enfrentaron el rey Muley Hacén
contra su hijo Boabdil y, posteriormente, éste último contra su tío El
Zagal. Esta lucha familiar acaba con la división del emirato entre El Zagal,
que se convierte en señor de Málaga, Almería y Guadix, y Muhammad XII,
más conocido como Boabdil o también como el Rey Chico, que quedaba como emir de
la ciudad de Granada, convertido en vasallo de los Reyes Católicos. Todo ello
provocó un gran desgaste político, social y económico en el reino nazarí, lo
cual gestionaron hábilmente los monarcas cristianos.
Tras la toma de Vélez-Málaga,
el rey D. Fernando decide marchar sobre Málaga para cortar el tráfico marítimo y
así debilitar más aún al ya endeble reino nazarí logrando. Por otra parte, el
alcaide de Málaga, Abén Comixa (o Ibn Kumasa), partidario de Boabdil y , por
tanto, más favorable al rey Católico que El Zagal, es depuesto por la
guarnición africana de los gomeres de Hamet El Zegrí, contrario a cualquier
entendimiento con los cristianos. Esto obligaba al monarca cristiano a no
demorar la toma de la ciudad.
D. Fernando ordena cargar en
la flota la artillería rumbo a Málaga, mientras que él con las tropas
avanza por tierra. Como el terreno era muy escabroso, los soldados no podían
avanzar sino en fila, uno tras otro. Se detuvieron en Bezmiliana, poblado
abandonado en la zona del actual Rincón de la Victoria, a unas dos leguas
(catorce Kms. aproximadamente) del objetivo. Allí mandó el rey montar
provisionalmente el real. Envía emisarios a la ciudad conminando a sus
pobladores a que se rindan y así establecer unas capitulaciones dignas para
ellos, respetando su libertad y sus bienes, tal como había hecho con
anterioridad en otras ciudades y fortalezas.
Pero se encontraban en la
ciudad refugiados de otras comarcas, elches (cristianos
renegados), monfíes (mudéjares proscritos que formaban parte
de cuadrillas de salteadores) procedentes de la Serranía de Ronda y los ya
mencionados gomeres norteafricanos que, confiando en la
seguridad de la ciudad, tanto por sus murallas, como por las fuerzas que la
defendían, se mostraban totalmente contrarios a la rendición, aún cuando otros
sectores de la población hubiesen preferido pactar unas capitulaciones
favorables. Escuchadas por El Zegrí las propuestas del rey Católico, las
rechaza de pleno y, haciendo gala de su carácter de guerrero y responsable de
la ciudad ante el Zagal que lo había nombrado alcaide, asegura que la defenderá
a toda costa.
Conocida la respuesta
y la alta moral de los defensores malacitanos, D. Fernando convoca una
reunión con los nobles que le acompañan en la que se barajaron varias opciones.
Oídas las distintas opiniones, el rey Fernando decide seguir con la idea
inicial de poner sitio sobre Málaga.
El primer gran problema que
encuentra el ejército cristiano es que junto al monte de Gibralfaro se alineaba
el cerro Victoria (o de San Cristóbal), y tras él una serie de elevaciones como
el cerro del Calvario que hacían que el único paso para acceder a los llanos,
controlar los pozos y establecer el cerco de la ciudad fuera entre las dos
primeras elevaciones mencionadas, fácilmente defendidas por los musulmanes, los
cuales al advertir la llegada de los cristianos por tierra y por mar se
apresuraron a reforzar con guardias las fortalezas, las murallas, los torreones
y la zona costera.
El Zegrí manda salir de la
medina a tres cuerpos de ejército que distribuye de la siguiente forma: uno por
la zona próxima a la costa de levante, en las faldas de Gibralfaro; otro
en el cerro Victoria; y un tercero en el valle existente entre ambos, por donde
habrían de pasar los cristianos. El primer encuentro fue durísimo, y ambos
ejércitos avanzaban y retrocedían según el empuje del contrario. Al final los
cristianos toman el cerro Victoria y expulsan del valle y de la costa a los
gomeres de El Zegrí, accediendo a la zona de huertas del arrabal de la
Fontanela, y disponiendo el cerco con tres reales. Esto ocurría el 7 de
mayo de 1487.
Una vez asentado el ejército
cristiano, transcurrirán más de tres meses (desde el mes de mayo al de
agosto de 1487) hasta que la ciudad se entregue. Fue un cerco muy cruento,
plagado de continuos ataques y enfrentamientos en los campos aledaños de la
ciudad entre la caballería e infantería de ambos bandos; pero, sobre todo, fue
una guerra de desgaste, donde el castigo constante de la artillería, el hambre,
las enfermedades y la guerra psicológica jugaron un papel decisivo ante la
dificultad de asaltar un recinto amurallado que hacía la ciudad inexpugnable.
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